Dicen que lo único que prueba que algo existió es haberlo escrito. Que las palabras son la única huella que no se borra del todo.
Hoy te quiero hablar de una pareja que fue dejando miguitas de pan en forma de libros. Fragmentos sueltos que, de manera indirecta, nos dejaron entrar en su historia.
Ella era Almudena Grandes, esa novelista que escribía como si tuviera fuego en las manos. Él, Luis García Montero, poeta de los que te dejan el corazón hecho un nudo y luego te lo devuelven envuelto en papel de seda.
Me sé su historia de memoria y, aun así, cada vez que la escucho se me acelera el pulso. Hablar de ellos es como abrir un libro que nunca se acaba. Porque incluso después de la muerte de Almudena, Luis siguió escribiéndole. Y ella, de alguna forma, siguió contestando.
Almudena Grandes y Luis García Montero se conocieron en 1992, en unos encuentros literarios en Verines, Asturias. Ella tenía 32 años, un hijo pequeño y dos novelas publicadas (una de ellas Las edades de Lulú, que la había lanzado al estrellato con su erotismo descarado y su voz propia). Él tenía 34, era poeta y daba clases en la universidad.
En su primera conversación, Almudena dijo, medio en broma y medio en serio, que no creía en la utilidad de la literatura. Luis, con la risa en los ojos, le soltó que su novela Las edades de Lulú (esa tan erótica) le había “servido cuatro o cinco veces”. Ella entendió la pulla y sonrió. Podría decirse que ahí empezó todo.
El problema es que la vida, la real, la de fuera de los libros, no siempre está lista para una historia de amor. Almudena estaba casada; Luis llevaba años con su novia de juventud. Y, sin embargo, algo se encendió en aquel primer encuentro. Después vinieron más congresos, más ferias, más excusas para coincidir. Y los amigos empezaron a notar que lo suyo no era solo literatura. Almudena se lo confesó a Eduardo Mendicutti: Luis le gustaba. Mucho.
Hasta que un día quedaron para comer en Madrid y ella, con mucha picardía, le soltó:
—Me ha dicho Eduardo que te diga que eres un hijo de puta.
Luis entendió la indirecta (o la directa, más bien). Era el momento de decidir si quería jugársela. La respuesta fue sí.
La decisión no fue fácil. Hubo que cerrar puertas, romper con lo conocido. Durante un tiempo, una amiga de Almudena les prestó su piso en la calle Santa Isabel 19 para que pudieran verse sin dar explicaciones. Allí vivieron un amor furtivo, hecho de urgencia y de deseo. En pleno agosto madrileño, Luis escribió un poema inspirado en aquellos encuentros. Lo tituló La ciudad de agosto. Decía cosas como esta:
una esmeralda de color memoria,
un sueño que se quiere defender,
como dos cuerpos se defienden
cuando están abrazados,
como dos cuerpos que se aman
con una minuciosa voluntad de tormenta
Durante un tiempo, vivieron a medias entre dos ciudades: él en Granada, ella en Madrid. Eligieron los viernes como su día. Luis dejaba la casa impecable, esperándola con el corazón en la garganta. Y cuando por fin se lanzaron al todo, lo hicieron de golpe. Contaron la verdad a sus parejas el mismo día. Ya no había vuelta atrás.
En diciembre de 1996 se casaron en el Ayuntamiento de Santa Fe. Nada de grandes celebraciones, nada de viaje de novios. Ya habían tenido suficiente aventura. Lo suyo era otra clase de épica.
Y como buenos escritores, dejaron rastro. En las dedicatorias de sus libros fueron dejando pruebas de su historia, pequeños homenajes con forma de frase. Cuando Almudena publicó Atlas de geografía humana, le escribió:
“A Luis, que entró en mi vida y cambió el argumento de esta novela. Y el argumento de mi vida.”
Después repitió siempre la misma fórmula:
“A Luis. Otra vez, y nunca serán bastantes.”
Él le respondía con versos y dedicatorias igual de delicadas:
“A Almudena, la única patria del peregrino”,
“A Almudena, que me abriga con una mirada…”
Y así se escribieron, se vivieron, se quisieron.
Hasta que la muerte los separó.
Pero lo escrito, como he dicho antes, no se borra.
Aunque tú no lo sepas
Entre los muchos ecos que dejó esta historia de amor, hay uno que probablemente te suene: Aunque tú no lo sepas. Luis García Montero lo escribió en 1994, cuando acababa de empezar con Almudena, y hablaba de amar en silencio, de imaginar una vida compartida antes de poder vivirla.
Años después, Quique González leyó el poema, se inspiró y lo convirtió en canción. La grabó Enrique Urquijo, y el resto es historia: ha sonado en películas, conciertos, versiones. La has escuchado más de una vez, aunque quizá no supieras de dónde venía.
Aquí tienes un cachito del poema:
Aunque tú no lo sepas te inventaba conmigo,
hicimos mil proyectos, paseamos
por todas las ciudades que te gustan,
recordamos canciones, elegimos renuncias,
aprendiendo los dos a convivir
entre la realidad y el pensamiento.
Y por lo que hace a la canción, te comparto la versión de El Canto del Loco, que me gusta más: Aunque tú no lo sepas - El Canto del Loco
Completamente viernes
Si hay un libro que simboliza la historia de Almudena y Luis, ese es Completamente viernes. Luis lo publicó en 1998, cuando ya estaban casados y empezaban una vida juntos. El título es un guiño claro a la segunda novela de Almudena, Te llamaré Viernes, y también a esos famosos viernes: ese día fijo que elegían para verse cuando todo era aún secreto.
Era su forma de decirle “te elijo entera”. Una dedicatoria que sólo ella podía entender del todo.
Años después, Completamente viernes volvió a aparecer en un momento devastador. Cuando Almudena murió, Luis colocó un ejemplar del libro junto a ella, en su tumba.
La imagen del poeta apoyando con cuidado el libro sobre el féretro de su mujer es difícil de olvidar.
La literatura volviendo a casa.
Y quedándose allí, completamente fiel hasta el final.
Hasta siempre, Almudena
El 27 de noviembre de 2021, Almudena Grandes murió a los 61 años, a causa de un cáncer. Para muchos fue la pérdida de una escritora inmensa, valiente, imprescindible. Para Luis García Montero fue algo aún más devastador: la pérdida de su compañera de vida.
Después de su muerte, Luis hizo lo que siempre había sabido hacer: escribir. En 2022 publicó Un año y tres meses. El título hace referencia al tiempo que pasó entre el diagnóstico y el final. Cada poema es una oda al dolor, pero a la vez a la certeza de que el amor nunca desaparece.
“La casa es grande y solitaria...
más que nunca hay lugar para el recuerdo”.
Al leerlo, uno tiene la sensación de que Almudena sigue ahí. En las risas que aún resuenan en los pasillos. En los viernes. Y sobre todo, en cada verso que Luis le sigue escribiendo.
“Almudena”, un libro solo para ella
Con el tiempo, Luis García Montero sintió la necesidad de reunir todos los poemas de amor que le había escrito a Almudena a lo largo de los años. Lo tituló simplemente Almudena. No necesitaba más.
Él mismo lo describió como “el capítulo final de una bella y larga historia de amor”. Y al leerlo, se siente eso. Una despedida con toda la emoción de quien ha amado de verdad. En uno de los poemas inéditos del libro, Conversaciones con las ausencias, dice:
Esa casa donde uno habla con quien no está...
todo respira, para que sepamos
que el poeta vive ya transitando por la memoria.
Hay algo muy bonito en cómo Luis convierte su dolor en palabras. Quizá por eso, al leerlo, muchas personas sienten que esa historia también es un poco suya.
Porque cuando un amor ha sido tan real, no se va. Se transforma en literatura.
Por desgracia, no he llegado a conocer a Almudena, pero sí he conocido a Luis. Lo vi firmando libros y muchas personas se le acercaban con Almudena en la mano. Le hablaban de ella, de lo que les había hecho sentir. Y él respondía con una mirada que lo decía todo. Todavía se le ve el amor en los ojos. Todavía parece que la lleva con él, en cada lector que se le acerca.
Almudena siempre vivirá en la literatura.
Un abrazo muy grande,
Noe.
Linda nota, mental
Me acabo de dar cuenta de que ya estaba suscrito a tus posts, y ahora confirmo porqué.
Yo, que siempre vivo con el fantasma de una relación fantasiosa y perfecta, olvidando lo que tengo en la mano, leo tu nota y me dan mariposas en la barriga al darme cuenta de que ya hace años vivo con mi mujer, lo que vivieron los protagonistas de tu historia.
Salud!
Un gran homenaje para los dos!