Mi primer Sant Jordi en el mundo editorial
Así fue cómo acabé con los pies reventados y el corazón lleno
Hay días que marcan un antes y un después. No lo sabes cuando te levantas, ni cuando desayunas con calma, ni siquiera cuando sales a la calle. Lo sabes cuando llegas a casa por la noche, cuando te quitas los zapatos y ves que tus pies tienen dos ampollas, cuando te duele hasta el alma, pero no te cambiarías por nadie.
Así fue mi primer Sant Jordi en el mundo editorial.1
Yo, que tengo 23 años y que hasta hace un año era básicamente una universitaria que soñaba con entrar en este mundo con toda su alma, me encontré de golpe viviendo una jornada de 13 horas entre libros, autores y un sol cegador.
El día empezó tranquilo. Paseé con mi novio por Barcelona, como si fuéramos turistas, aprovechando las primeras horas de calma antes de que la ciudad se llenara de gente. A las 10:45 ya estaba frente al hotel donde se alojaba Rosa Montero, esperando a que saliera. Me había leído La ridícula idea de no volver a verte esa misma semana, así que la emoción era muy genuina.
Lo que no sabía es que Rosa Montero camina como si persiguiera un tren a punto de irse sin ella. En serio: si me hubieran puesto un podómetro, habría batido todos mis récords de pasos en menos de media hora. Y no, no cogimos taxis. Todo se hizo caminando. Barcelona se volvió de repente una pista de atletismo literario.
Cada hora era un escenario nuevo: primero la Librería Jaimes, luego On the Road, después Casa del Libro. Mientras tanto, yo hacía fotos, grababa vídeos, pasaba material a los community managers, contestaba mensajes… En algún momento le pregunté a Rosa si quería agua. Ella me dio un consejo que adquirí como si fuera un secreto profesional: «Evito beber agua durante las firmas porque, como mear es tan complicado, así no me entran ganas». Sabiduría pura. La obedecí al pie de la letra. No bebí durante las siguientes tres horas y creo que mi cuerpo entró en modo supervivencia.
Entre firma y firma, Rosa me firmó La ridícula idea de no volver a verte. Y no fue una firma cualquiera: me escribió una dedicatoria preciosa. Os dejo en este enlace la sinopsis del libro, aunque ya os avanzo que leerlo es lo más parecido que he visto a tener una conversación con Rosa Montero en persona.
Después de unas tres horas en modo «acompañante oficial de autora legendaria», me llevaron a la comida de la editorial. Ahí sí que casi me da un algo. Porque una cosa es ver los nombres de los autores en la portada de un libro y otra muy distinta es verlos en persona, tomando cerveza, contando anécdotas. Me sentí minúscula y enorme a la vez: pequeña porque era la novata; grande porque, de alguna forma, había llegado hasta allí.
Por la tarde tocaba acompañar a Gioconda Belli. Teníamos veinte minutos caminando hasta su primera firma. Esta vez, el paseo fue tranquilo. Conversamos. Bueno, más bien ella habló y yo absorbí cada palabra como si fuera una esponja humana. Me contó su historia: cómo luchó contra la dictadura de Somoza en Nicaragua, cómo formó parte de la Revolución Popular Sandinista, cómo le arrebataron la nacionalidad y los bienes por atreverse a luchar.
Gioconda habla de su exilio con la serenidad de quien ya ha vivido demasiadas tormentas como para temerle a la lluvia. Y es imposible no mirarla y pensar: «Esta mujer es la definición de coraje».
En la penúltima firma, mi novio apareció con mi rosa de Sant Jordi y, en un giro surrealista, le presenté a Gioconda. Le contó que de joven quiso estudiar Medicina, pero que su padre no la dejó. Fue bastante irónico, porque hacía unas horas hablaba con él sobre cómo ambos admirábamos muchísimo a Gioconda y, ahora, ella estaba admirando a Alex. La dejamos en el hotel con su marido y, después de darme un largo abrazo con ella, miró a los ojos a Alex y le dijo: «no dejes nunca a esta chica, es un amor de persona». Mi corazón se derritió.
El día acabó en una fiesta con los autores de la editorial donde ya ni sentía las piernas. Me crucé con Dolores Redondo, Carmen Mola, Alice Kellen... y un montón de otros nombres que hace nada eran solo lomos en mi estantería. Ahora los veía reír, beber e incluso bailar al ritmo de «Girls just wanna have fun».
Mientras volvía a casa en un Uber porque mis pies no daban a más, pensé en que por muy cansada que estuviera, por mucho que mi cuerpo exigiera una cama y un paracetamol, sabía que esta era la vida que quiero vivir. Y, de alguna manera, eso me dejó completamente llena. Aunque a la mañana siguiente me costara caminar, sabía que no cambiaría ni un solo paso de los que acababa de vivir.
Leed La ridícula idea de no volver a verte de Rosa Montero. Leed La mujer habitada de Gioconda Belli. No porque yo os lo diga, sino porque, si os dejáis, os cambiarán un poquito por dentro. Como a mí.
Como siempre, os dejo aquí abajo el botón que, si apretáis, hará que os llegue un mail mío más pronto que tarde.
Espero que hayáis tenido un gran Sant Jordi.
Para dar contexto a los que no sois de España y no conocéis esta tradición, Sant Jordi es como una mezcla entre el Día de San Valentín y una feria del libro. Se celebra el 23 de abril en Cataluña, y se suele regalar una rosa y un libro a tu enamorado. Además, durante todo el día hay paraditas con libros y rosas en las calles y escritores firmando en casetas.
Qué pasada!! Amo a Rosa Montero, ese libro es de mis favoritos 🩷 Tendré que mirar el otro librito que recomiendas entonces 🥰
Gracias por compartir como es un sant Jordi desde el otro lado. Sin dudas por cómo lo explicas denota que ha sido un día muy especial para ti. Me encanta como te expresas☺️